domingo, 29 de abril de 2012


Dreams Sweet Dreams


Los restos de los rieles oxidados y la madera que se pudría lentamente con el pasar el tiempo, se alzaban entre la hierba como los últimos portavoces de un pasado que no conocía y que, ciertamente, no hacía falta conocer.

—Yo disfruto de los placeres simples —alegó la Luna, iluminando con su espectral luz plateada el rostro anaranjado del Charmander que la escuchaba atento— Comer, dormir, sexo ocasional…

El pokémon de fuego se sonrió ante lo dicho por el satélite.

—Yo también disfruto de los placeres simples —concordó el Charmander.

Su mirada azul se desvió entonces hacia las vías abandonadas que cruzaban el campo hasta quien sabe dónde.

—Sabes, mi otro sueño es ser trotamundos —comentó el pokémon, sin despegar la vista de los fantasmales rieles.

— ¡Qué coincidencia! —Exclamó la Luna— El mío también.

—Seamos trotamundos —sugirió entusiasta Charmander, sonriéndole a su amiga.

Pero de nuevo su mirada se desvió hacia las vías, e imagino el tren que alguna vez había cruzado las fértiles tierras que ahora eran su hogar y el de muchos otros pokémon. Se encontró preguntándose de dónde vendrían y hacía donde se dirigían, quién las había construido y por qué estaban ahora abandonadas.

Y, sobre todo, se halló deseando recorrerlas, abandonar su vida y dejar atrás quien era y quien había sido, dejar que las siluetas de sus amistades y familiares se perdieran en el horizonte, mientras él se embarcaba en la aventura de encontrar respuestas a preguntas que no hacía falta responder.

Y también supo que no lo haría.

Regresó su atención hacia la Luna, quien ya estaba conversando con alguien más, y retomó la plática que hacía poco sostenían, procurando que sus traviesos ojos no volvieran a los rieles, a pesar de que lo llamaban con el agradable susurro de las aventuras y leyendas que se forjaban a base de los sueños.


Hay quien sueña con convertirse en bailarina, por alguna razón inherente y quizás poco muy trascendental en su vida, quien desea ser médico para salvar vidas, astronauta para mirar la Tierra desde lejos…y todos esos sueños, y muchos otros más se pueden lograr a base de esfuerzo, dedicación y voluntad.

No hay duda de que si deseamos algo de verdad, con nuestro corazón, hallaremos la manera de lograrlo y no bajaremos los brazos ante las adversidades que se nos echen encima, y nadie negará que hay cientos de ejemplos en los anales de la historia que nos demuestran que el querer es poder.

Pero a veces también tenemos sueños que sabemos no se cumplirán.

Y es que hay ocasiones en las que nosotros mismos nos ponemos trabas, o nos creemos las trabas que nos pone el resto del mundo.

Me gustaría decirles que no pasa nada, que ignoremos todos esos comentarios soeces, que ignoremos nuestra propia voz interna que susurra en la oscuridad lo mal que van salir las cosas. Pero no importa que se los diga, porque al final cada quien decide si quiere ceder o no ante sus demonios internos, o si desea darse cuenta de que están ahí.

Y también me gustaría decirles que vayan en pos de sus sueños, sin importar que triviales, peligrosos o estúpidos parezcan, porque al final es nuestra vida y es nuestro destino el que recae en nuestras manos, y si desean partir en nombre del amor y la justicia hacia a la aventura indomable de la vida, ¿qué hacen aquí leyendo estas líneas?
     
Pero quien sabe que será eso que nos impide levantarnos e ir en marcha de lo que deseamos. A lo mejor es miedo de lo desconocido o a lo mejor es que, simplemente, no lo deseamos con tantas ganas.

Al final cada quien decide, después de considerar todas las ventajas y desventajas, si de verdad vale la pena transitar por las vías  abandonadas mientras el sol se esconde en el horizonte para dejarnos en la víspera de los sueños que están por cumplirse.


Imagen original aquí


Sin más, me despido, dejándoles este bellísimo video que me recuerda a Pika y que me hace feliz: HEYYEYAAYE.

Y un agradecimiento especial a Luna, porque de nuestras conversaciones con ella nacen cosas arwesome.

Con cariño, Char.


sábado, 21 de abril de 2012



Mientras como sandía



Las estrellas en el cielo brillaban como pequeñas migajas de luz esparcidas por la oscura inmensidad del espacio, allá a lo lejos, donde sus ojos ya no eran capaces de mirar. La suave brisa del viento nocturno soplaba, recorriendo su cuerpo que se sentía apagado, como inerte.

Entonces alzó la vista y miró en dirección a la Luna, que allá en lo alto no dejaba de mirarle como si en cualquier momento fuera a abrir su boca como Pacman.

— ¿Qué haces cuando extrañas a alguien, Luna?

—Depende de cuánto o cómo le extrañe, normalmente no pienso en ello porque me incomoda… ¿Tú qué haces?—le preguntó al Pikachu.

—Yo como sandía—le respondió, mientras efectivamente tomaba una rebanada de sandía y se ensuciaba las mejillas mientras le daba una gran mordida.

Y no, no es que en realidad me fascine eso de hacerle publicidad gratis tanto a las lechugas como a las sandías—pero como amo las sandías—, se trata únicamente de una casualidad del destino en la que había estado comiendo sandía mientras pensaba en alguien a quién últimamente extraño.

A veces me gusta pensar que extrañar a alguien no es la gran cosa, que tarde o temprano uno puede vivir con el hecho de extrañar a alguien y que el sentimiento de abandono cuando no puedes hablar con esa persona no sea tan desagradable, pero al final de cuentas, en algún momento simplemente no puedes sino pensar en que ojalá estuviera ahí para escucharte cantar con esos berridos que a nadie más le gusta escuchar.

Por decirlo de alguna forma.

Claro que, en ocasiones, es inevitable.

Como esta semana, que no ha sido especialmente la más desocupada que he tenido. Eso de tener exámenes y tareas en un punto llega a ser abrumador, sobre todo cuando te entran esas ganas absurdas de decir tonterías con alguien y sabes que no puedes porque los horarios de tiempo libre no coinciden o definitivamente porque las tareas, trabajos y exámenes se unen en una alianza para separar a las personas en el momento menos esperado.

Por eso, me tomé la libertad de escribir una sencilla guía de 3 pasos para poder superar el hecho de extrañar a una persona.

1er paso: Admitir que extrañas a esa persona.

No funciona si no admites, abierta o discretamente, que extrañas a esa persona. Te puedes engañar diciendo “no lo/a extraño/a”, pero al final de cuentas tus pensamientos van a terminar por traicionarte.

2do paso: Comer sandía.

Ya, no es obligatorio que sea sandía, que a mí me encante porque es fresca, jugosa y bonita, creo que es un caso aparte. Pero puede ser también otra cosa, como una manzana, o hasta un jugo, mientras reflexionamos en lo mucho o poco que extrañamos a esa persona. Lo bueno de comer sandía mientras reflexionamos es que las semillas podemos escupirlas como si fueran balas de una metralleta, más cuando apuntas a una persona. Podrás seguir extrañando a la persona, pero la diversión nadie te la quita.

3er paso: Decírselo.

De nada sirve extrañar a alguien si no se lo dices. No todos tenemos la capacidad de adivinar cuando alguien nos echa de menos sin que nos lo diga. Por eso mismo las personas aprenden a comunicarse.

Extrañar no es como el amor, pero de igual manera podemos expresarlo. Quizá no con sandías, pero sí con palabras. O con dibujos.

Y tengo que decirlo: extraño mucho a Char.

Pero sé que es cuestión de tiempo para que podamos volver a tener mucho tiempo libre para procrastinar y salir a jugar por la hierba alta mientras llueve, como en el dibujo que le hice.





Le dedico esta entrada a ella, deseándole mucho éxito en la aparente tormenta que se le avecina. 

Por último, yo sé que más de uno pensó en alguna persona mientras leía, mi consejo es que no se lo guarden, extrañar a alguien no es bonito, pero que esa persona no lo sepa, es mucho menos bonito.

Con cariño, P. 


PD: después de mi momento sentimental, les dejo el link de un vídeo hermoso que en lo personal me encanta, seguro lo amarán tanto como yo: Gummy bear.

domingo, 15 de abril de 2012


Snorq


Era uno de esos días tranquilos en que la brisa soplaba agradable y lenta, regalando adorables caricias a los presentes en aquel tranquilo campo.

Pero era de esperarse que la tranquila y relajada atmosfera se rompiera de pronto con las carcajadas que la Luna, un Pikachu y un Charmander comenzaron a soltar sin razón de peso suficiente para el resto de los habitantes del campo: Los pokémons y sus charlas sin sentido con la Luna.

— ¿Cómo es la onomatopeya de un ronquido? —preguntó la Luna de pronto, sacando del sopor al par de pokémons que se dedicaba a procrastinar como no era su costumbre.

— ¿Snorq? —sugirió Charmander dubitativo pero sonriendo por su ocurrencia.

La Luna y Pikachu se rieron abiertamente ante lo dicho por su compañero.

—No me hagan caso, es que pensé en un Snorlax —comunicó el pokémon de fuego riendo también. 

En algún lugar un Snorlax estornudo.

— ¡Snarf! —gritó emocionado Pikachu, inspirado y sonriente.

La Luna entonces rió, y luego comenzó a roncar, o mejor dicho a hacer la mejor imitación que pudo de un ronquido.

Las carcajadas no se hicieron esperar por parte de ninguno de los amigos, y así fue como rompieron el ambiente de aquella tarde.

Fusionaré "Snorq" y "Snarf" y me quedaré con "Snarqf" —terminó exclamando la feliz Luna.

— ¡Y ambas remiten a un Snorlax! ¡Problema solucionado! —remató Charmander.

El Snorlax volvió a estornudar. 



Hay mucha gente que jura no roncar, pero todos sabemos que eso no es cierto: Si alguien no ronca ¿cómo va a saber si alguien no se lo dice? Se supone que para roncar hay que estar dormido…En fin.

El sin-sentido de este día no va sobre la gente que ronca o las onomatopeyas impronunciables e inexistentes —la vida de un escritor es difícil—, si no sobre…bueno, quizás no es sobre nada en particular.

El otro día estaba pensando —y la gente en edad escolar me entenderá— ¿Qué pasa con esos compañeros de equipo que no hacen nada? Porque toda la vida me he relacionado hasta cierto punto de intimidad con personas que juran y perjuran que sus compañeros de equipo son subnormales, y que lo terminan haciendo todo ellos: Y sí, yo soy uno de esos forever alone que termina haciendo todo el trabajo.

El caso es este: ¿Qué piensan esas personas que esperan a que el matado del equipo haga el trabajo? Porque vamos, a lo mejor yo soy muy ñoña y sólo me relaciono con gente ñoña que no puede dejar de hacer y entregar bien todos sus trabajos y por eso no he conocido a profundidad a ese sector de la población que gusta de no hacer nada, pero ¿Qué pasa con estas personas? ¿Dónde están? ¿Pasaran a propósito del trabajo para hacer sufrir al otro? ¿Simplemente aman procrastinar y ponen eso sobre todas las cosas?

Lo digo porque estos días serán de mucha presión para mí —y por eso queridos lectores me tomo la molestia de escribir esto una semana antes de que deba ser publicado—, y esto será gracias a que mis compañeros de equipo no quieren poner de su parte, y eso además de hacer que quiera probar el ataque furia de dragón que hace poco tuve la dicha de aprender, hace que me pregunte ¡¿Qué pasa con ellos, demonios?!



Total, si termino haciendo yo el trabajo y ellos disfrutan de los agridulces frutos de mi esfuerzo, pues bien, no es que como si de verdad fuera a usar lanzallamas sobre ellos —¡me demandan!— por más que me seduzca la idea, pero desmotiva saber, o mejor dicho no saber, qué es lo que pasa por la cabeza de estas personas al no hacer lo que se supone se debe hacer en la escuela: Trabajar.

Al final, yo terminaré hecha polvo y con el fuego de mi cola casi extinto mientras ellos se rascan la panza y susurrarán un “snorq” que se perderá en la inmensidad del tiempo, el espacio y las notas de la escuela que no deberían estar ahí.



(Imagen original: Aquí)

Sólo me queda desearles una linda semana, agradecerles por leer y esperar que nos sigan sintonizando en su computador para leer la aventura de Pika el próximo domingo.

Con cariño, Char.







sábado, 7 de abril de 2012


Si te acusaron por robar lechugas



La historia de las lechugas era tan random que aún ahora no todos eran capaces de comprenderla. La había escuchado por ahí, en un vídeo que parodiaba una serie de anime que tanto le gustaba. Así, de forma absurda, mientras la luna pretendía robarlas, las lechugas habían cobrado un nuevo significado en la vida de Pikachu, como si hubiera sido iluminado de pronto por esa magia que envolvía aquellos verdes vegetales ricos en hierro.

—Luna se quiere robar mis lechugas—lloriqueó, acusando a la luna del intento de robo.

— ¡Nadie se roba las lechugas de Pikachu!—soltó Charmander, en una de esas pláticas en las que la luna amenazaba con drogar al pokémon amarillo para robarle sus lechugas.

Pikachu sonrió, ligeramente azorado de escuchar a Charmander defenderlo a él y a sus preciosas lechugas.

—A ti sí te dejaría robar mis lechugas, Charmander—susurró por lo bajo, de manera que sólo el pokémon de fuego pudiera escucharle.

Charmander se sonrojó, ignorando de pronto todo a su alrededor, desviando la mirada, demasiado nervioso como para poder articular algo así.


Así fue como las lechugas—benditas lechugas llenas de hierro—se convirtieron en una muestra de amor poco convencional entre los pokémon, lo que al mismo tiempo lo volvía mucho más inverosímil. Pero, ¿qué importa? Al final de cuentas todos tienen esos momentos ridículos de comentarios sin sentido que a uno le alegran la vida.



Si pensamos en el amor alegóricamente como un huerto de lechugas que cultivamos, redundantemente, con amor, podemos pensar que cuando las lechugas estén listas, vamos a regalarlas—o venderlas, ¿por qué no? No todos somos ricos como para regalarlas con el trabajo que nos cuesta cultivarlas—a quienes mejor nos parezca, como una demostración de amor en toda regla. De ahí que los bebés vengan de las lechugas: juntando un determinado número de lechugas como si se tratasen de las esferas del dragón y, con un par de besos y cursilerías, sorpresa, milagrosamente nos caería del cielo un bebé lechuga.  






O lo que es lo mismo, un aterrador cabagge patch que por suerte nunca tuve de niña. Bendito sea el SNES que me hizo olvidarme de la existencia de las muñecas a temprana edad para no traumatizarme con ellas.

Claro que, dependiendo de las personas, las lechugas—o el amor—son dadas de distintas y peculiares formas. Como robarlas, arrojarlas y golpear con ellas a las personas, o toda una gama de grandes posibilidades que, en mi humilde opinión, deberían de intentar.

Nada como pegarle a alguien con una lechuga desde lejos y que no sepa de quién provino.

¿Qué sería del mundo sin lechugas? Bueno, sin ellas no podríamos expresar ninguna clase de amor hacia las personas a las que tenemos en mucha estima, claro está. Por eso hay que cuidarlas casi obsesivamente de aquellas personas que no sepan valorar todos los nutrientes que una lechuga aporta.

Y así es como llegamos hoy finalmente a descubrir que nunca te debes robar las lechugas de un Pikachu, porque Charmander ya es de nivel 43 y aprendió Furia de dragón recientemente, así que cuidado.  

Mejor robar las lechugas de la granja de alguien en facebook, es más fácil y sirve que de paso le incendias su granja.

Como recomendación final, no dejen que nadie les robe sus lechugas y mejor dejen que les quiten el almuerzo en el cole, que es otro tipo de demostración de afecto mucho menos ortodoxo que andar por la vida regalando ensaladas sin preparar.

Les dejo aquí el fabuloso link del vídeo que no he podido sacarme de la mente desde hace unos días, la letra es realmente inspiradora. Y quién diga que no es un bebé poposeado.


Yo me despido de ustedes por hoy, esperando que la próxima semana nos sigan leyendo con la nueva, fabulosa e impredecible entrada de Char.

Con amor, P.

domingo, 1 de abril de 2012


Sobre un Pikachu, un Charmander y el zapato que odiaba su vida.

Los blogs no nacen de la nada, como algunos partidarios de la generación espontánea afirman. No, los blogs—sobre todo los que tienen zapatos y pokémon de por medio— tienen un origen muy específico, el de este va más o menos así. Una historia llena de pasión y giros dramáticos que comenzó una bella tarde de Abril…

Y entonces el Charmander miró al Pikachu, y el Pikachu miró al Charmander, y ambos se miraron mutuamente.

Y luego el Pikachu dijo:

—Oye, Char ¿Y si hacemos un blog?

Después el Charmander respondió:

— ¿Por qué no, Pika?

Y así es como hoy, queridos lectores, estamos aquí.

Lo del zapato y su miserable vida, es otra historia.

Pero ya en serio, nosotras somos Pika, mi querida amiga que se encarga del diseño del blog—y eso porque yo soy una ignorante de los blogs— y Char, quien ahora escribe estas palabras para dar a conocer un poco de quiénes somos y lo que haremos con este espacio en internet.

Veamos…Las dos somos chicas. Las dos somos dos jóvenes pokémon que viven poké-aventuras en internet, escritoras de fanfics yaoi en la fandom de Naruto. Pika escribe cosas bonitas y románticas, pero también sabe escribir cosas crudas y llegadoras. Yo escribo cosas bizarras de corte policiaco o espiritual, o lo que salga.

Nos gustan los videojuegos, el anime, los libros y las cosas random. No se extrañen de que pasemos de temas profundos a lo más trivial y menos coherente del mundo, eso hacemos con frecuencia cuando hablamos, pero intentaremos moderarlo aquí para que quede algo entendible y bonito.

La idea de hacer un blog surgió exactamente como en la pequeña historia de arriba, Pika lo sugirió y a mí me fascinó la idea.

En este espacio pensamos compartir de todo: Historias originales o divagaciones que como escritoras siempre tenemos. Recomendaciones de fanfics (no sólo yaoi porque a diferencia de Pika que sólo lee cuando las estrellas se alinean, yo leo muchas cosas). Algún anime o manga que nos guste mucho y creamos que merece la pena ver, películas y quizás  hasta alguna discografía, lo que caiga.

Si se preguntan el por qué el nombre del blog, vean este video muy explicativo. Lo amamos xD:




Dato curioso: El nombre del blog se debatía entre “Soy un zapato y odio mi vida” y “Soy el zapato de un pokémon y odio mi vida”. En ambos casos, pedimos permiso al director para usar el nombre de su vídeo, así como el vídeo mismo.  

El ganador es obvio, y se decidió bajo el eficaz método de arrojar una moneda al viento:




La próxima entrada será de la pluma de Pika, veremos que nos prepara para la próxima semana (porque siempre será el tema random que se nos ocurra).

Gracias por leer, los esperamos en el próximo episodio de “Soy un zapato y odio mi vida”.


Hasta la próxima, se despide Char.